“Para mi la danza es una necesidad, es algo que tengo que hacer, algo innato, necesito hacerlo para sentirme bien, para sentirme yo”… Por las venas de Sarai Sofía Pinzón ‘circula ritmo’, su corazón ‘bombea arte’.
Aún no aprendía a caminar cuando su cuerpo le pedía baile. Al son que le tocaban, bailaba. Una pasión que ha mantenido hasta la actualidad esta estudiante de sexto semestre de Derecho de la Universidad Industrial de Santander. Su vida es una sinfonía de pasión y lucha.
Desde temprana edad, Sarai se entregó a la danza. El porrismo fue su preludio al mundo de la expresión corporal. En la Escuela de Formación Danzaria Cdanza, en el año 2014, cuando tenía 11 años, comenzó su ‘viaje’ de manera profesional, explorando el ballet y la danza contemporánea.
Con 21 años, su pasión sigue más que viva. “En principio estaba asustada, llevaba ya dos semestres de técnico laboral en danza cuando empecé con Derecho e la UIS, pensé que no me iba a dar el tiempo, pero no puse a conflictuar mis dos pasiones y he encontrado el camino”.
Esos caminos de artista no han estado exentos de obstáculos; Sarai ha enfrentado el desafío de ser reconocida como profesional en una sociedad que a menudo subestima el valor de las artes escénicas. Aunque se certificó como técnica laboral en danza, no ve tan viable la posibilidad de vivir exclusivamente de esto. En su travesía, ha alzado la voz en defensa de la formalización del trabajo artístico, abogando por contratos justos y condiciones dignas.
“Yo no vivo 100% de este arte, pero en sí es muy complejo, muy complicado porque no hay un reconocimiento como artista, como profesional (…) solamente como consumo del espectáculo. Para el artista escénico es bastante precaria la situación”, cuenta.
Con cada paso en el escenario y en las aulas de Derecho, Sarai invita a reflexionar sobre el verdadero significado del arte y la profesión. Nos recuerda que la danza no es solo movimiento, sino una necesidad profunda de expresión y conexión con el mundo que nos rodea. “Las artes no solamente deben ser bellas y ya, sino que deben cuestionar, ser reflexivas”.
En su ‘viaje’, Sarai ha encontrado inspiración en aquellos que se han cruzado en su camino: sus maestros, sus compañeros de baile y, sobre todo, en sí misma. Su fe en el poder transformador del arte la impulsa hacia adelante.
Al mirar hacia el futuro, sueña con un mundo donde el arte sea reconocido y valorado como una profesión legítima, donde los artistas puedan vivir de su trabajo sin temor ni precariedad.
Combinado a su futuro como abogada, ella quiere seguir bailando, seguir enseñando en su papel como docente de niños y niñas que sueñan con el baile en sus vidas, aunque no sea fácil.
“A todos estos niños y jóvenes que, como yo, ven en el baile un estilo de vida, les digo que no es fácil, se estudia con el cuerpo, se trabaja con el cuerpo, hay muchos ratos en que hay dolor, cansancio, agotamiento, pero debemos buscar oportunidades, ser inquietos, meternos a convocatorias, residencias artísticas y todo eso que abre caminos; y estudiarlo correctamente como una profesión, como una carrera.
“Subirme a un escenario es como ponerme a prueba, como foguearme, ser yo misma, tiene toda una preparación, pero están siempre los nervios, que siento yo que es más como una emoción. Cuando me subo a un escenario, así la obra sea larga, tenga que bailar bastante se pasa muy rápido porque se disfruta”.
En cada paso que da, Sarai seguirá llevando la danza combinada con su profesión como abogada… Al final de cuentas, la vida es un baile.