En Santander hay cerca de 3500 hectáreas de fique, distribuidas en municipios como Onzaga, San Joaquín, Mogotes, Curití y Aratoca. Foto / Mauricio Olaya
“Para mí el fique encarna las raíces de mi infancia, me crie dentro de los cultivos…”, José Delio Porras es toda una autoridad, un líder que ha buscado mantener la tradición, esa que está en su ADN y corre por sus venas. El fique, desde siempre, ha sido su paisaje y el de miles de familias que han encontrado en esta fibra el sustento.
En las verdes laderas de Curití, Santander, cuyo nombre en guane significa “pueblo de tejedores”, se ‘teje’ una historia que ‘toca fibras’, una historia arraigada en la tradición y la perseverancia de sus campesinos.
Desde tiempos inmemoriales, las familias de esta región han cultivado el fique, una planta emblemática que ha sido vida y sustento. Los Guane fueron pioneros en transformar la fibra en productos, utilizando técnicas de telar, haciendo cordelería para puentes; un trabajo muy rústico. Sin embargo, en los últimos años, la sombra de la modernidad y los cambios en los patrones de consumo amenazan con poner fin a esta ancestral práctica… En Curití luchan por no ‘cortar esas cabuyas’ que los mantiene unidos a sus ancestros.
La industria del tejido de fique surgió en los años veinte de la mano de la industria del café, cuando se hizo necesario tener costales de diferentes tamaños para cargar los granos, los cuales luego empezaron a usarse para llevar productos como sal, arroz y yuca.
Actualmente, en la región, existen cerca de 3.500 familias que cultivan la planta de la que se extrae esta fibra y más de 1.500 artesanos la transforman y convierten en productos que tienen un gran reconocimiento por su calidad, pero, sobre todo, porque el 90% del trabajo es manual y artesanal.
Las cifras refuerzan esa tradición al igual que los paisajes que forman un ‘tapete verde’ y espinoso. En Santander hay cerca de 3500 hectáreas de fique, distribuidas en municipios como Onzaga, San Joaquín, Mogotes, Curití y Aratoca, donde se producen alrededor de 2800 toneladas de fibra cada año, no es un cultivo cíclico.
1.500 artesanos de Santander, transforman el fique y lo convierten en productos. Foto / Mauricio Olaya
Por ello, los campesinos de Curití, un pueblo enclavado en la Cordillera Oriental, se aferran con fuerza a sus raíces, resistiendo los embates del tiempo y la transformación económica. Conocedores de la importancia del fique en su identidad cultural y en su sustento, han emprendido una lucha incansable para preservar esta tradición milenaria. Cada día se levantan con el sol para cuidar de sus cultivos, enfrentando desafíos como el cambio climático, la economía y la competencia de materiales sintéticos.
Con la determinación en sus dedos y el conocimiento en su corazón, enfrentan el futuro con la esperanza de que su legado perdure por generaciones venideras. Las manos curtidas por el trabajo en el campo cuentan historias de sacrificio y arraigo. Manos que cortan la hoja cuando ésta ya no apunta al cielo, sacan la fibra, la lavan, la secan, la peinan, la tinturan, la hilan… La vuelven arte.
Tienen herramientas, pero lograr mantenerse ha sido un trabajo ‘tejido’ entre muchos. “No es fácil mantener una tradición, sin embargo, estamos buscando cambios tecnológicos en el cultivo y el proceso que van a permitir que el fique tenga futuro, que el fique se sostenga” … Don José Delio guarda la esperanza de que la tradición no se ‘desteja’.
No están solos en esta batalla. Desde las aulas y laboratorios de la Universidad Industrial de Santander (UIS), un equipo de investigadores del Grupo Giftex, trabaja arduamente para encontrar nuevas formas de sacar provecho a las fibras y biomasa del fique. Con el apoyo de la ciencia y la innovación, buscan revitalizar esta industria ancestral, brindando alternativas sostenibles y rentables para los campesinos de la región.
“En el caso del fique, en Santander, sólo se utiliza en 4% que corresponde a las fibras con las que hacen costales, artesanías, sacos, cuerdas, telas, bolsos… Pero el resto de la biomasa que está presente en las hojas, se desperdicia, es decir, queda como un residuo”, relató Cristian Blanco, director del grupo Giftex.
El otro 96% es poco utilizado. Don José Delio confirma la cifra. “Los fiqueros en Santander no somos tantos comparados con el Cauca y Nariño, tenemos una situación histórica de atraso tecnológico, no se ha podido desarrollar el cultivo en todas sus dimensiones para aprovechar el 100 por ciento de biomasa, sólo se utiliza la fibra que es el 4 o 5% y la situación es esa, no hay cómo hacer aprovechamiento del 100% de biomasa”.
Cuentan con materia prima, una sabiduría en el oficio de la hilatura y la tejeduría, herramientas como telares y tornos para producir el hilo, tienen ganas. Sin embargo, buscan alternativas para dar otros usos a la fibra.
Además de su arte en tejidos, han logrado fabricar productos como champú, abonos, pero aún faltan herramientas sofisticadas para hacer una recolección por separado, del jugo y del bagazo.
Investigadores UIS buscan aprovechar la biomasa del fique para usarla en la limpieza de aguas residuales de la industria del denim. Foto: Dircom UIS
“Poder ofrecer una alternativa con el mismo fique es muy grato y le apostamos al mercado internacional, de hecho, hoy tenemos una franja muy grande ganada con países de la Unión Europea, Canadá, Estados Unidos” … Aspiran a más, cuenta José Delio, quien logra tocar fibras con cada palabra… ‘Respira fique’.
Representantes del sector productivo están uniendo esfuerzos para trabajar con instituciones como la Universidad Industrial de Santander, UIS, en la construcción de una hoja de ruta que permita la consolidación de la cadena productiva que favorezca a los campesinos, productores y artesanos de toda la región.
La apuesta, según lo expresado por José Delio, es poder mantener la producción del fique en la región, y en un futuro buscar otras maneras de comercializarlo a través de la venta productos como biofertilizantes, jabones, alimentos para animales, alcoholes y abonos, tal y como lo hacen otros municipios de Colombia con la biomasa de la planta.
Precisamente, desde los laboratorios del grupo Giftex de la UIS, buscan utilizar la biomasa del fique en la industria textil, específicamente en el denim. Ya realizan una prueba piloto para una empresa asiática, según lo explica Jhonny Mauricio Cerón Cifuentes, posdoctoral de Giftex.
“Estamos trabajando en el desarrollo de biomateriales para el tratamiento de aguas residuales, específicamente para tratar aguas provenientes de la industria textil, funcionalizando material de fibras de fique con nanopartículas, es decir, creando bionanocompositos para darle un valor agregado”.
“El objetivo es transferir los conocimientos y la herencia de nuestra cultura Guane, para que las nuevas generaciones aprecien y valoren el trabajo artesanal y nuestra identidad”: José Delio Porras. Foto / Suministrada
Así, entre las montañas escarpadas y los valles fértiles de Santander, perdura la lucha incansable de los fiqueros por preservar una tradición que ha sido parte del alma de la región durante siglos.
En un mundo que cambia constantemente, su compromiso con el cultivo y la promoción de sus productos tradicionales no solo es un acto de resistencia, sino un testimonio viviente de la perseverancia y el arraigo a las raíces.
Las manos hábiles de los fiqueros continuarán tejiendo un legado que trasciende generaciones, recordándonos que en cada fibra hay una historia que merece ser contada y protegida para siempre.
Entre los surcos de la tierra y los hilos de la tradición, donde cada paso hacia el futuro se debate entre el pasado y el presente, entre la nostalgia y la promesa de un mañana próspero para todos, libran una batalla no solo por el fique, sino por el alma misma de una comunidad… El espíritu guane y su legado.