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La resistencia bacteriana es un problema crónico de salud pública a nivel mundial. Entre las principales consecuencias de la resistencia a los antibióticos se destacan: infecciones graves, riegos, complicaciones, y muertes.
Vegetales mal lavados, alimentos poco cocidos, ambientes hospitalarios, entre otros, son algunas de las formas de propagación bacteriana. “Los antibióticos se deben usar solo cuando se necesitan para lograr su efectividad. La resistencia a los antibióticos es un fenómeno natural que no respeta edad, sexo, país o raza. Cada vez es mayor el número de infecciones como neumonía, tuberculosis, gonorrea y salmonelosis; esto aumenta las estancias hospitalarias, aumenta costos y aumenta la mortalidad”, precisó la profesora Giovanna Rincón, PhD. en Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires.
Cumplir el ciclo de los tratamientos como lo prescribe el médico tratante es la decisión más sabia que se debe atender cuando se detectan infecciones bacterianas. Interrumpir los tratamientos en los antibióticos solo por presentar una mejoría genera que las infecciones se intensifiquen porque las bacterias evaden los efectos de los medicamentos.
“Debemos tomar conciencia sobre el uso indiscriminado de los medicamentos. Las bacterias nacen resistentes, pero también adquieren resistencia por interrumpir los tratamientos y abusar del uso de los antibióticos”, señaló la profesora de la Escuela de Microbiología.