Solo basta con recorrer la renovada Biblioteca Central de la Universidad Industrial de Santander, con sus cuatro árboles en cada piso, la madera y los colores ocres y verdes que asemejan a la naturaleza, para sumergirnos en ese ‘bosque de conocimientos’ donde las hojas no caen, sino que se sostienen firmes en los anaqueles, dentro de los más de 65 mil libros físicos que forman laberintos del saber.
Y dentro de ese ‘bosque’, Jairo Araque Gutiérrez, el referencista al que muchos llaman bibliotecario, quien ha dedicado 45 de sus 65 años a ver pasar generaciones de estudiantes y profesores. Un ir y venir de ideas, sueños y logros. En medio de ese silencio intelectual, este guardián del saber ha sido testigo de la evolución del lugar, desde su construcción en 1977… Hace ya 47 años.
La historia de la Biblioteca Central de la UIS comenzó en una época en la que la universidad misma estaba definiendo su identidad. Los años setenta fueron un periodo de construcción, no solo del edificio, sino de ideas. Fue en este ambiente que la Biblioteca comenzó a tomar forma, y Jairo Araque, para entonces un joven entusiasta de apenas 20 años, entró a formar parte de su personal.
“Yo en la Biblioteca inicié en el año 1979 y quedé de planta en el año 80. En la actualidad, de planta, voy para 45 años”, recuerda con la serenidad que solo el paso del tiempo otorga.
Aquellos primeros años todo el sistema bibliotecario era manual, desde la clasificación de libros hasta el registro de préstamos. Cada día era un esfuerzo físico y mental, como si el conocimiento tuviera que ser tallado a mano, página por página.
“El funcionamiento anteriormente era todo manual, el cambio ha sido radical, como cuando comenzó la Revolución Industrial. Se manejaba un kardex, después el mimeógrafo para reproducir las fichas, todo tocaba en ficheros, hacer lo correspondiente al orden alfabético y por diferentes áreas, autores, título, materia”, comenta Jairo con la autoridad que le da haber sido testigo del paso de dos siglos: XX y XXI.
Con el transcurrir de los años, la universidad fue creciendo, y con ella, la Biblioteca. Lo que había comenzado como un espacio modesto, destinado a una comunidad estudiantil pequeña, se convirtió en un pilar fundamental de la institución.
“A toda esta transformación que ha tenido la Universidad en la parte de estructura física, le faltaba la Biblioteca que es el eje central de la educación. En la Biblioteca, el usuario o el estudiante llega a buscar el complemento de lo que el profesor le enseña”.
Y, ¿quién mejor que Jairo para relatar estos avances significativos? “Ha cambiado totalmente, en la cantidad de usuarios, anteriormente los estudiantes eran aproximadamente de 3 mil a 4 mil y en la actualidad tenemos más de 22 mil usuarios directos como estudiantes, más los que llegan de las otras instituciones, de universidades”, dice, rememorando el paso de generaciones.
El crecimiento no fue solo en número de usuarios y de libros, sino en tecnología. La llegada de los primeros computadores fue un momento de cambio radical, comparable, según Jairo, con la Revolución Industrial. El paso de las fichas y kardex a las bases de datos digitales no fue simplemente un cambio de herramientas, sino una transformación en la manera en que se concebía y se accedía al conocimiento. “Ya la tecnología cambió todo, ya hubo el desarrollo sistemático, empezaron a llegar los primeros equipos”, recuerda con una mezcla de nostalgia y orgullo.
Uno de los aspectos más impresionantes de la transformación de la Biblioteca fue la expansión de sus colecciones. En los primeros años, el acervo bibliográfico era principalmente físico, limitado por el espacio y los recursos. Sin embargo, con las bases de datos digitales, la Biblioteca se convirtió en un centro de conocimiento global. Además de los más de 65.000 libros físicos, la Biblioteca Central UIS cuenta con 1.024.612 libros electrónicos y 41.731 trabajos de grado digitalizados.
“El cambio de las colecciones y su contenido ha sido supremamente grande, porque las carreras que tenemos actualmente han consumido también el costo. No solamente tenemos el libro como texto en anaqueles o en el espacio para ubicar el material, sino también en la parte digital”, explica Jairo con la pasión de quien ha visto el conocimiento multiplicarse ante sus ojos. “En la actualidad la UIS es una de las universidades que maneja las bases de datos más grande del país, en información. Nos damos ese lujo de ser la universidad que hemos evolucionado más en información”.
El orden en que se ubicaban las colecciones de libros también tuvo un vuelco. En el sótano donde se ubicaban el canje bibliográfico y el archivo histórico, ahora es un sitio de descanso, de información generalizada y servicio de préstamo; el primer piso, antes con la colección de reserva y salas informales y de lectura, ahora es una amplia sala para mayor acomodación donde los estudiantes pueden hacer sus trabajos en grupo.
El piso dos, donde en un comienzo se ubicaba el área de ingenierías, alberga las colecciones de humanidades, con temas como filosofía, historia, literatura… En el piso tres donde estaban las humanidades, los visitantes podrán encontrar las ciencias aplicadas: las ingenierías Mecánica, Industrial, Civil, Petróleos, Metalurgia, entre otras. Todo pensado estratégicamente “para que no haya congestión. Tiene una clasificación estupenda que es la que nos rige para poder distribuir la información”, explica Jairo. Finalmente, en la terraza, próximamente habrá una cafetería para los estudiantes de posgrados.
La biblioteca fue reedificada y reforzada con detalles pensados en el aprendizaje, integrando los cuatro pilares de la educación: aprender a vivir juntos, aprender a hacer, aprender a conocer y aprender a ser, reflejados en los cuatro pisos.
Este renovado lugar no solo es más cómodo, amplio y moderno, sino que está diseñado para ser un espacio de encuentro, un lugar donde el conocimiento y la tecnología se fusionaran de manera armónica. Los nuevos muebles, las áreas de estudio y las terminales de búsqueda digitales no son simplemente mejoras, son una declaración: la Biblioteca estaba preparada para el futuro.
“El mobiliario ha sido fantástico, se les ha dado a nuestros estudiantes una comodidad muy favorable, ellos vieron eso y ojalá Dios que no dañen las cosas, que no acaben con lo bueno que hay”, dice Jairo, con la sabiduría de quien sabe que el verdadero valor de un espacio no está solo en sus paredes, sino en cómo se cuida y se respeta.
Es acogedora, como lo ha sido para don Jairo durante más de cuatro décadas. Su amor por la Biblioteca es evidente en cada palabra que dice, en cada detalle que recuerda. No es solo un lugar de trabajo para él, es su segundo hogar, donde ha pasado más de la mitad de su vida.
Rememora cosas curiosas, como la historia de un estudiante que duró cerca de 20 años en la ‘U’ y era usuario asiduo de la biblioteca, “era tanto el tiempo que llevaba, que cuando salió como ingeniero de petróleos, echaron voladores a la entrada de la Universidad para celebrar que al fin salía. Hizo muchos cambios de carrera”. Otras curiosidades como los detalles amorosos que encuentra entre las páginas de los libros, “tarjetas de amor, flores secas, pétalos de flores, a veces pensamientos, de los estudiantes más que todo, escriben detalles; no los saco, los dejo para que sigan ahí y la gente que hace la consulta, vea estas historias” … Sus ojos brillan al hablar de su lugar predilecto, después de su casa, por supuesto, donde ahora una nieta lo tiene embelesado.
Cada día se acerca más el momento de su retiro, pero cuando ese día llegue lo hará con la certeza de que su legado, y el de la Biblioteca, perdurarán. La Biblioteca de la Universidad Industrial de Santander no es solo un edificio, es un símbolo de la evolución del conocimiento, un espacio que ha crecido y cambiado, pero que siempre ha mantenido su esencia. Y en ese lugar, Jairo Araque siempre será recordado como un guardián que cuidó de ese tesoro con amor y dedicación, asegurándose de que cada generación tuviera acceso a la riqueza de conocimientos que alberga.
La Biblioteca sigue evolucionando, adaptándose a los tiempos, pero sin olvidar sus raíces. Los cambios que ha vivido a lo largo de los años son un reflejo de la transformación del conocimiento mismo, de cómo la tecnología y la globalización han redefinido la manera en que aprendemos y compartimos ideas.
Para Jairo, la idea del retiro es como llegar al final de un libro que ha disfrutado profundamente, pero que sabe que debe terminar en algún momento. No será un adiós, sino un cierre necesario. Después de todo, ha pasado casi toda su vida entre esas paredes, viendo cómo se construyen sueños y se desmoronan dudas, cómo los estudiantes encuentran respuestas y los profesores hallan inspiración. La Biblioteca ha sido su vida y, al dejarla, sabe que está dejando un pedazo de su corazón allí.
“Lo más difícil será no ver a los estudiantes y compañeros todos los días, no escuchar el murmullo en los pasillos, ni sentir la calma que solo una biblioteca puede ofrecer. Sin embargo, sé que todo lo que hice, todo lo que vivimos aquí, seguirá adelante. Esta biblioteca tiene una vida propia, una que seguirá creciendo y evolucionando mucho después de que yo me haya ido”, reflexiona Jairo, con la serenidad de quien ha hecho las paces con el paso del tiempo.
“Si yo pudiera escribir un libro sobre la Biblioteca, se llamaría ‘Vida y rutina de la información en el transcurrir del tiempo’, porque uno sueña, le hacen preguntas, temas que muchas veces son tan rebuscados, uno se va como con esa inquietud, analiza, prende el computador, busca, trata de tener la información que el usuario pide, porque es un compromiso que nosotros ya tenemos, un amor, es algo no de rutina sino de colaboración, porque a veces llegan desorientados, uno los atiende y los va llevando poco a poco, los guía, ya son como parte de uno”.
La Biblioteca Central de la Universidad Industrial de Santander, es, según Jairo, un ejemplo de cómo dignificar la academia y rescatar el valor de lo público…