Desde el año 2011, el día 9 de abril de todos los años en adelante se conmemora el Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas, con la aprobación de la Ley 1448, por la cual se establecen las medidas de atención, asistencia y reparación de las víctimas del conflicto armado en Colombia. Con esta reivindicación, el Estado pretende reconocer los hechos cometidos contra la ciudadanía en un acto simbólico que propicie eventos de dignificación de las memorias de las víctimas.
Esta política no es un capricho; de hecho, responde a una realidad estadística y social que ha terminado por convertirse en un auténtico problema público para la sociedad colombiana. Hasta la fecha presente se calcula, según el Registro Único de Víctimas, un total de 9.593.356 víctimas enmarcadas en el conflicto armado, de los cuales 7.557.204 son sujetos de atención. En el país tenemos efectivamente contados 12.615.398 eventos relacionados con la guerra en Colombia. Según el DANE, en nuestro país hay 44.164.417 efectivamente censadas, con un estimado total de 48 millones de habitantes. Así las cosas, casi el 20% de la población colombiana ha sido víctima del conflicto armado, es decir, un quinto del total. Con lo anterior, es un hecho que es un problema público de gran envergadura la reparación de un porcentaje representativo de la ciudadanía, pero ha de agregarse que la sociedad colombiana no ha sido lo suficientemente receptiva en el reconocimiento de los acontecimientos acaecidos en sus periodos de violencia bélica, pese a tener las reveladoras cifras de la actualidad.
Por este motivo, el 9 de abril representa una importante utilidad, no solo para la población sobreviviente del conflicto armado, sino también para la totalidad de la sociedad, pues al convertirlo en un acto nacional y reiterativo de reparación simbólica, reconocimiento y visibilización de las memorias y hechos de violencia por ocasión del conflicto, se avanza en la construcción de conciencia y sensibilidad. Mediante esto, se prevé que contribuya a la lucha contra el olvido y la indolencia, factores sociales importantes que obstaculizan la no repetición de nuestro amplio abanico de violencias.