Las enfermedades tropicales, como intrusas silenciosas, han dejado su huella en comunidades vulnerables, marcando cicatrices visibles e invisibles. Desde Santander, un grupo de científicos ha tomado el papel de guardianes, decididos a desentrañar los secretos de estos enemigos muchas veces microscópicos.
En la Universidad Industrial de Santander (UIS), desde hace más de 30 años, el Centro de Investigación en Enfermedades Tropicales (CINTROP) combina innovación, compromiso y conocimiento para ofrecer soluciones que no solo sanan cuerpos, sino que también transforman vidas y fortalecen comunidades.
Desde sus laboratorios, los integrantes del CINTROP no solo han desarrollado herramientas para el control y diagnóstico de enfermedades tropicales, sino que han contribuido al desarrollo científico del país con nueve patentes y cientos de publicaciones en revistas internacionales.
Recientemente, este grupo avanza en la validación de un dispositivo con el que se detectaría de manera rápida el parásito causante de la enfermedad de Chagas.
Y es que uno de los pilares del CINTROP es la creación de soluciones prácticas y asequibles para combatir las enfermedades tropicales. Luis Alejandro Ortiz, biólogo y auxiliar de investigación, es quien precisamente se encuentra detrás de una de las innovaciones más recientes del grupo y quizá de las más importantes y prácticas creadas hasta el momento. “Diseñé un dispositivo capaz de detectar el parásito causante de la enfermedad de Chagas utilizando la tecnología CRISPR-Cas. Este sistema no solo es altamente sensible, sino también portátil y económico, lo que lo hace ideal para su uso en comunidades rurales”, explica Ortiz.
Esta tecnología, que emplea luz azul para activar un reportero fluorescente y permite medir resultados con un simple teléfono celular, coloca al CINTROP a la vanguardia científica. Según Ortiz, solo otros dos laboratorios en el mundo están aplicando métodos similares. “Es un orgullo saber que estamos compitiendo en el mismo nivel que instituciones internacionales de renombre”, comenta. Ahora, el dispositivo, luego de ser probado en laboratorio, será sometido a pruebas reales en campo.
El enfoque innovador también ha llevado al desarrollo de tecnologías destinadas a la comunidad, como trampas para vectores que pueden ser instaladas y manejadas directamente por los habitantes de las zonas afectadas, aceites y repelentes contra estos vectores, estudio de las garrapatas para conocer manera de atacarlas, entre otros temas. “Antes, las trampas dependían de cebos vivos, lo que complicaba su implementación”, señala Edward Duque Luna, profesor de Medicina de la UIS y director del grupo. “Ahora hemos patentado trampas más simples y efectivas, que cualquier persona puede usar para reducir el riesgo de transmisión de enfermedades”.
Un legado de ciencia en constante evolución
“El CINTROP comenzó con investigaciones sobre la enfermedad de Chagas, y con el tiempo fuimos ampliando nuestro enfoque hacia otras patologías, como el dengue y la leishmaniasis”, explica Duque Luna. Este crecimiento no ha sido lineal, sino el resultado de adaptarse a las necesidades cambiantes de las comunidades y a los retos epidemiológicos del país. “En los últimos años, hemos incorporado enfermedades no necesariamente transmitidas por vectores, gracias a la integración de nuevos miembros con diferentes especialidades”, añade.
Actualmente, el CINTROP está compuesto por cuatro profesores principales, estudiantes de pregrado, maestría y doctorado, e incluso investigadores postdoctorales. Entre sus integrantes se encuentran, además, Fernando Rodríguez, Patricia Escobar y Bladimiro Rincón Orozco, tres académicos que han diversificado las líneas de investigación del grupo.
“El trabajo de investigación que hacemos aquí siempre tiene un componente práctico”, señala Duque. “Hemos desarrollado proyectos que van desde el diseño de trampas para controlar vectores hasta la implementación de sistemas de diagnóstico rápido que pueden ser utilizados en comunidades con recursos limitados”.
Un impacto que trasciende el laboratorio
Más allá de sus avances tecnológicos, el CINTROP ha tenido un impacto directo en las comunidades. “Siempre que desarrollamos un proyecto, lo llevamos a las zonas afectadas y ofrecemos recomendaciones para reducir los riesgos”, explica Duque. Por ejemplo, en áreas donde el dengue es prevalente, el equipo ha capacitado a los residentes para identificar y eliminar criaderos de mosquitos.
Durante la pandemia de COVID-19, el grupo asumió un papel protagónico en el monitoreo de variantes genéticas del virus en Colombia. Bladimiro Rincón Orozco, uno de los investigadores líderes en este esfuerzo, quien dirige el Laboratorio de Estudio de Enfermedades Infecciosas y Cáncer, detalla cómo su laboratorio fue clave para tomar decisiones de salud pública. “Fuimos los primeros en iniciar la secuenciación genómica en el país, lo que ayudó a determinar qué variantes estaban circulando y a orientar las políticas de vacunación y manejo de restricciones”, comenta.
El trabajo de vigilancia epidemiológica no se ha detenido con el fin de la pandemia. Actualmente, el grupo colabora con instituciones internacionales para monitorear enfermedades emergentes y reemergentes como el dengue, el zika y el virus de Oropouche. “Estamos trabajando en un observatorio para rastrear estas enfermedades en tiempo real, con un enfoque especial en poblaciones vulnerables, como mujeres embarazadas y niños”, añade Rincón.
Formación de talento y generación de conocimiento
Además de su impacto en la salud pública, el CINTROP se destaca por ser un semillero de talento científico. “Muchos de nuestros estudiantes han continuado sus carreras en instituciones de renombre internacional. Algunos incluso regresan como doctores para contribuir al país”, comenta Duque. Este enfoque en la formación integral ha sido posible gracias al acceso a equipos de última tecnología y a un ambiente de colaboración interdisciplinaria.
Laura María Chaparro, estudiante de maestría, enfatiza la importancia de la infraestructura disponible en el CINTROP. “Contamos con un modelo experimental para evaluar alternativas terapéuticas contra la leishmaniasis cutánea. También tenemos áreas especializadas para formulaciones y cultivos celulares, lo que nos permite llevar nuestros estudios desde la fase inicial hasta pruebas en vivo”, detalla.
Desafíos y perspectivas
A pesar de sus numerosos logros, el CINTROP enfrenta retos significativos, especialmente en términos de financiación. “La investigación científica en Colombia atraviesa un momento crítico. La falta de recursos limita nuestra capacidad para iniciar nuevos proyectos”, advierte Duque. Sin embargo, el equipo permanece optimista sobre el futuro. “Tenemos el apoyo de la universidad y de colaboradores internacionales. Creemos que podemos superar esta etapa y continuar generando impacto”, concluye.
Para Ortiz, ser parte del CINTROP es más que un trabajo: “Es un lugar donde puedo hacer lo que me apasiona, contribuir con soluciones reales y ser parte de un grupo que está cambiando vidas”.
Un legado que perdura
Con nueve patentes, más de 250 publicaciones y una red de colaboración internacional, el CINTROP es un ejemplo de cómo la ciencia puede transformar realidades. Como lo resume Duque: “Nuestro trabajo no solo se mide en resultados inmediatos, sino en el legado que dejamos en las comunidades, en los estudiantes y en la ciencia misma. Esto es algo que perdurará más allá de nosotros”.
Desde su fundación, el CINTROP ha demostrado que es posible hacer ciencia de clase mundial desde una región como Santander. Gracias al compromiso de su equipo y al apoyo de la UIS, este grupo de investigación continúa liderando el camino en la lucha contra las enfermedades tropicales, con la esperanza de construir un futuro más saludable para todos.